Y llegaste, y te quiero…
Abriste los ojos. Nos miraste. Nos hipnotizaste.
Flotando en otro mundo de sonidos, sentidos y sentimientos, te despertaron para abrazarte a tu madre y lo único que hiciste fue mirarnos. Nos conocíamos y ahora nos veíamos. Pudiéndonos tocar, acariciar y hablar, tan sólo nos pudimos mirar.
En ésa mirada nos vimos, nos sentimos, nos abrazamos, nos reencontramos y nos quisimos.
He pasado un mes a tu lado, poco a poco nos vamos conociéndonos, pero aún no dejamos de mirarnos buscándonos, asomándonos a las profundidades de cada uno. Obviamente, soy un mar en comparación contigo, simple pureza nueva.
Traspiras paz, armonía, y hambre de todo por cada poro de tu piel, cada célula ansía aprender de cada segundo que pasa a su alrededor.
Eres un papel en blanco y me toca escribir.
A pesar de todo lo malo de mi ser que pueda apartar, que nunca es ni será poco, me debo a un contrato sellado en ésa primera mirada a darte toda la esencia de mi ser. A alimentar tu hambre de conocimiento, a ejercer de tutor de la vida, a enseñarte a aprender, a estar despierta, a que aprendas a saltar de piedra en piedra por encima del río para evitar en la medida de lo posible la corriente y si has de chapotear, que sea con botas de agua, mi deber será dártelas, el tuyo saber cuándo y cómo ponértelas. Y así, tras haberte barrido el máximo número de piedras, puedas caminar sin tropezar o dado el caso, sepas corregir el paso con presteza.
Magia, amor, sonrisas, sonrisas, felicidad, juego, niñez, conocimiento,.. cada segundo abrirás un regalo. Te los debo. Por regalarme y regalarnos tu presencia. Por existir y mirarnos. Por hacerme sentir tan bien. Por hacerme feliz. Por ser un trozo de mí, de mi vida. Por ser mi acompañante. Por mirarme…
Y llegaste… y siempre te querré.